La tendencia general de la filosofía moderna y, de modo muy destacado, el auge del darwinismo ponen en serios problemas el mantenimiento de lo que Schaeffer llama la "tesis de la excepción humana": esto es, la idea de que el ser humano trasciende en algún sentido relevante la realidad de cualquier otro ser vivo, y en cierto modo la suya propia en cuanto tal. Unos problemas que inevitablemente -al menos en el plano teórico, claro está- salpican desde la filosofía a los demás saberes sobre el ser humano. Schaeffer pretende demoler de este modo uno de los muros más sólidamente cimentados de nuestra civilización, un muro cuya desaparición lisa y llana resulta difícil de imaginar, aun cuando el autor insista en subrayar -tal vez la tesis auténticamente revolucionaria del libro- que no pasaría nada si lo hiciera.